"...Corred hacia mi, espiritus de pensamientos asesinos.... Cambiadme de sexo, y desde la punta de los pies a la cabeza, llenadme de la más implacable crueldad..."

viernes, 18 de febrero de 2011

¿Estáis seguros que no sois un elefante encadenado?

Muchas veces permanecemos atados,
envueltos, aprisionados en una situación, momento,
problema…del cual nos parece imposible liberarnos.
Sin embargo 
¿no será cuestión de nuestra mentalización?


Aquí os dejo una fábula que una amiga a la que quiero mucho me envió:

“Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, 
y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. 
Me llamaba especialmente la atención el elefante, 
que, como mas tarde supe, 
era también el animal preferido por otros niños.

Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso,
un tamaño y una fuerza descomunales…
Pero después de su actuación 
y hasta poco antes de volver al escenario, 
el elefante siempre permanecía atado
a una pequeña estaca clavada en el suelo 
con una cadena que aprisionaba sus patas. 

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. 

Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa,
me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,
podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente:
¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que, en aquel momento, 
el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. 
Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió,
porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imagine que se dormía agotado
y que al día siguiente lo volvía a intentar,
y al otro día, y al otro…


Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. 
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo
no escapa porque, pobre,
cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo
de la impotencia que sintió
  poco después de nacer.
Lo peor es que
jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás
intentó volver a poner a prueba su fuerza

Tal como le pasó al elefante
 las personas vamos por el mundo creyendo que 
“no podemos”
solo porque no pudimos cuando eramos niños 
o la primera vez que lo intentamos. 
Estamos limitados, 
atrapados en lo que una vez no fuimos capaces de lograr. 
La única manera de descubrir si podemos o no
es intentarlo
Intentarlo una vez más, 
poniendo todo nuestro esfuerzo en ello.
 
Gracias por enseñarme a ver la luz 
cuando estoy dentro de la tomenta. 
Te quiero pequeña.

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